En el marco de la mitología clásica, las sirenas son
criaturas ligeramente difusas debido al remoto trasfondo de su origen,
probablemente ligado al mundo de los muertos. Se trataba de seres con cuerpo de
pájaro y rostro o torso de mujer, poseedores de una voz musical prodigiosamente
atractiva e hipnótica con la que embrujaban a los navegantes que pasaban junto
a sus costas y los conducían a la muerte. La tradición las hacía habitar en una
isla rocosa del Mediterráneo frente a Sorrento, en el litoral de la Italia
meridional (en ocasiones identificada con la isla de Capri).
Distintos relatos las hacen descender de los dioses
fluviales Aqueloo —una versión las hacía proceder de su sangre cuando ésta fue
derramada por Heracles— o Forcis, sea sin intervención femenina o con la de las
musas Estérope, Melpómene o Terpsícore, relacionadas con el canto y el baile.
Su número es también impreciso, contándose entre dos y cinco. Los nombres
registrados incluyen Agláope (la de bello rostro), Telxiepia (de palabras
aclamantes) o Telxínoe (deleite del corazón), Pisínoe (la persuasiva),
Parténope (aroma a doncella), Ligeia (empleado luego por Edgar Allan Poe para
el célebre cuento homónimo sobre una mujer de mortal belleza), Leucosia (ser
puro), Molpe (la musa), Radne (mejoramiento) y Teles (la perfecta). En
ocasiones se les atribuye el uso de instrumentos musicales como la flauta o la
lira además de la voz.
El primer testimonio escrito que se tiene de ellas es su
mención en la Odisea de Homero, pero ya figuraban en representaciones
artísticas de antigüedad mucho mayor, a menudo en monumentos y ofrendas
funerarios. Se presume así su vínculo con el otro mundo, siendo muy plausible
que al principio representaran iconográficmente a los espíritus de los difuntos
y/o que se las considerara encargadas de transportar las almas al Hades
(función que posteriormente asumiría el dios Hermes en su papel de psicopompo).
https://es.wikipedia.org/wiki/Sirena
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